22 de julio de 2010

Impunidad, generador de violencia en El Salvador

Por Juan José Dalton
Ha habido ciertas personas y conductas graves que han quedado sin castigo en el imaginario social. Esto ha sido absorbido de alguna manera de generación en generación.

                                                                


SAN SALVADOR – Un marido celoso golpea a su esposa porque cree que lo engaña con el vecino; no pasa nada porque “entre marido y mujer nadie se debe meter”. Un niño pequeño recibe una golpiza atroz en su hogar y de castigo se le encadena a la cama para que no vuelva a escaparse de la escuela, pero tampoco pasa nada porque “están corrigiendo a un bicho malcriado”.
 
Un joven se roba un paquete de cigarrillos en el súper y es premiado por sus padres porque es “listo”; el padre es más “listo” porque en el negocio estafa a sus clientes cuando les cobra más de lo debido y estafa al Estado cuando evade impuestos.
 
Un jefe de policía tortura a un joven pandillero, pero “no importa”... es un pandillero al que nadie defiende y el que tiene muchas más “deudas y pecados”.
 
El general es respetado: en la guerra ordenó masacres y desaparecimientos, pero hoy, convertido en empresario o en diputado - como aquel ex jefe guerrillero- viste un pulcro traje de lujo, asume buenos modales y habla a cada rato de Dios, sin querer hacerse cargo de su tenebroso pasado. Todo ello es impunidad, crímenes que quedan sin castigo y que se convierten en un carrusel imparable, como en la actualidad ocurre en El Salvador.
 
Claudia Hernández, abogada del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA), explica a ContraPunto cómo la impunidad en El Salvador se ha convertido en un fuerte y crónico generador de violencia.

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